'Tóxico' es una de las palabras de moda. Hay sustancias tóxicas, ambientes tóxicos, relaciones tóxicas y, por supuesto, personas tóxicas. Es un término que se utiliza para designar todo aquello que nos genera sensaciones desagradables. Y no andamos desencaminados. En psicología, las personas tóxicas son aquellas que inundan el ambiente de emociones negativas, muchas veces de manera imperceptible. Lo que provocan es una sensación de desánimo intenso y la convicción de que nada puede cambiarse. Es la llamada indefensión aprendida.
Seguramente, todos identificamos algunos de estos patrones con personas concretas. Pero, visto desde otro ángulo, ¿no podemos ser nosotros mismos los tóxicos? Que levante la mano quien alguna vez no ha incurrido en alguna de estas cinco señales. Son las que, según los expertos, mejor identifican los comportamientos tóxicos.
El discurso negativo impera en este tipo de personas. Son expertas en ver lo peor de todo. Si hay que hacer un pronóstico de algo, siempre será negativo. Su mantra es que todo lo que pueda ir mal, irá peor. Son, por tanto, las personas a las que menos hay que recurrir en situaciones críticas.
En este caso, cuando vienen mal dadas, tienen la habilidad de no asumir ninguna responsabilidad. Los problemas o fallos siempre vienen de los demás: se posicionarán como las víctimas con el objetivo de culpabilizar al otro.
Quizá es el rasgo más distintivo de estas personas: su egocentrismo extremo. Una persona tóxica es tremendamente narcisista; se cree superior a los demás, y no duda en 'sacrificar' a los otros si lo necesita para conseguir sus objetivos. Cuando, además, tiene rasgos psicopáticos, con ausencia de empatía, y maquiavélicos estamos ante la triada oscura de la personalidad.
El narcisismo de las personas tóxicas hace que siempre quieran estar por encima de los demás. Y si eso implica mentir sobre algunos aspectos de su vida, no dudan en hacerlo. A veces, este comportamiento también vienen de un sentimiento de inferioridad latente que provoca que se comparen continuamente con el resto y tengan que armar un dicurso de superioridad.
La vanidad de las personas tóxicas propicia que sean poco empáticos. No tienen en cuenta los sentimientos de los demás, así que no es raro que formulen comentarios hirientes, disfrazados en una aparente sinceridad. Bajo el 'sincericidio' se esconden muchas personas que, simplemente, solo buscan dañar a los otros.
Ninguna de las acciones de una persona tóxica son gratuitas. Buscan satisfacer sus deseos y lograr sus objetivos a toda costa. Para los tóxicos, el fin siempre justifica los medios y la manipulación está a la orden del día. Sus estrategias de comunicación pueden, incluso, revertir las situaciones, de manera que terminen culpabilizando a las otras personas y haciendo que estas pidan perdón por algo que ni siquiera saben que han hecho.
Si alguno de estos rasgos coinciden con lo que haces, la conclusión es que puedes llegar a ser tóxico. Una vez hecho el diagnóstico, llega el momento de cambiar los hábitos, algo difícil cuando se lleva mucho tiempo con determinadas pautas de comportamiento. Para cambiar un hábito nuestro cerebro exige sustituirlo por otro, preferentemente en positivo.
Dejar de incurrir en comportamientos tóxicos requiere constancia y, sobre todo, auto-observación, conciencia de qué estamos haciendo. Con todo, los psicólogos muestran algunas maneras de revertir la toxicidad de las relaciones personales.