Al autor de 'Mente de mono, cerebro de vaca' le gustó al representación de la ansiedad en 'Inside Out 2'. "Se aleja de esa concepción bélica a la que estamos acostumbrados. La ansiedad quiere ayudar a Riley, no ha venido a atormentarla, lo hace de verdad, de corazón. Pero en todo su esfuerzo por protegerla termina asfixiándola". Rubén Casado habla de "concepción bélica" y señala así uno de los asuntos capitales de la ansiedad: tenemos la creencia de que hay que luchar contra ella, cuando tenemos que luchar a su lado. "No me gusta mucho cuando se dice que la ansiedad hay que dejarla atrás -dice Casado-, que hay que combatirla, eliminarla, eso provoca una pelea aún mayor. Lo malo de las guerras es que siempre dejan víctimas, y en esta pelea, la víctima termina siendo uno mismo".
El nombre de Rubén Casado suele ser acompañado por el título 'el mayor experto en ansiedad de España' pero para él eso no deja de responder a asuntos comerciales. Eso sí, admite que la experiencia le ha convertido en "un buen artesano". "Es decir, si alguien se ha dedicado durante más de 25 años a pulir y hacer los mismos muebles, termina desarrollando, si presta interés, un conocimiento intrínseco sobre aquello sobre lo que trabaja". En todo caso, para el psicólogo "ser funcional es más importante que ser el mejor".
¿Cuándo se te ocurrió esta aproximación zoológica al cerebro humano?
En las culturas orientales como la India, además de la mente de mono, se usa la metáfora del elefante, que representa la fuerza emocional que necesita ser gestionada. Me parecen metáforas muy poderosas que nos ayudan a entender mejor la naturaleza de la mente que esa imagen mitificada que tenemos de ella, a la que comparamos con ese pensador racional como el que nos muestra Rodin. La mente está hecha para sobrevivir, no para todas esas cosas que le pedimos.
¿Y se parece más a un zoo?
Sí, la mente se asemeja bastante a un zoo, con un montón de animales que cacarean, mugen, aúllan… Pero a nosotros nos toca caminar más lentamente entre todo ese ruido y esa prisa.
¿Podrías explicarnos brevemente el concepto de rumiación que usas en relación a la ansiedad?
La rumiación es un proceso mental en el que una persona repite de forma persistente pensamientos o preocupaciones, generalmente negativos, sin llegar a una solución o conclusión. En el cerebro, esto implica la activación continua de circuitos neuronales asociados con la atención y las emociones negativas. Esta repetición constante puede aumentar el estrés y contribuir a trastornos como la ansiedad y la depresión, ya que dificulta la capacidad de enfocarse en el presente y resolver problemas de manera efectiva.
¿Esta rumiación es la que genera estrés?
Diversos estudios han mostrado que la rumiación está vinculada con un aumento significativo de los niveles de cortisol, la hormona del estrés. Según investigaciones publicadas en 'Journal of Abnormal Psychology', se estima que entre el 60% y 70% de las personas con trastornos de ansiedad experimentan altos niveles de rumiación. Además, un estudio de la Universidad de Yale demostró que la rumiación está relacionada con una menor actividad en la corteza prefrontal dorsolateral, área del cerebro responsable del control cognitivo y la regulación emocional. Esto explica por qué es tan difícil, para las personas que 'rumian', detener estos pensamientos, lo que contribuye a un círculo vicioso de malestar emocional.
¿Y por qué rumiamos?
Rumiamos como rumian las vacas, como un intento de digerir algo. Sin embargo, en este caso muchas veces la rumiación no resuelve nada, y al contrario, termina engordando el problema que la originó.
Aseguras que nuestro cerebro “no está diseñado para la enorme complejidad del mundo que hemos creado”. ¿Cómo relacionas ansiedad y evolución?
Nuestro cerebro está pagando una factura evolutiva. A lo largo de millones de años, nuestra mente se desarrolló para enfrentar los retos inmediatos del entorno: buscar comida, evitar depredadores y reproducirse. Este mismo cerebro, adaptado para la supervivencia en pequeñas comunidades, ahora tiene que lidiar con un nivel de desarrollo cultural y tecnológico que le abruma, porque muchas veces no distingue entre la realidad y lo que imaginamos. En la prehistoria, imaginar peligros potenciales podía ser una ventaja evolutiva; sin embargo, hoy, esta capacidad se convierte en un arma de doble filo que alimenta la ansiedad. Hemos virtualizado tanto el mundo que nuestro nivel de abstracción ha dado la vuelta al marcador, creando situaciones que generan respuestas evolutivamente inadecuadas, lo que contribuye a que sintamos ansiedad incluso sin amenazas reales.
Esto nos ha supuesto un doble problema: si bien antes la ansiedad estaba fuera de nosotros, cada vez más es una respuesta que nos asusta en sí misma. La ansiedad ha pasado de ser una respuesta ante un problema a ser un problema en sí misma. Se parecería a un sistema inmunitario que termina atacando a la persona en un intento de defenderla.
Es muy interesante lo que señalas sobre que gran parte del problema es saber "describir nuestras emociones". ¿Dirías que hay una relación posible entre el manejo de la ansiedad y la educación?
A la ansiedad le faltan palabras, y es muy importante aprender a dialogar con nosotros mismos, porque si no sabemos diferenciar y gestionar nuestras emociones, terminan generando más problemas. Educar nuestras emociones es tan importante como cualquier otra forma de educación. Si no sabemos manejarlas, es como tener un arma de alta potencia sin saber cómo regularla ni disparar al blanco preciso. La educación emocional nos da las herramientas para entender nuestras reacciones y actuar de manera más consciente.
¿Qué entiendes exactamente por 'dialogar con nosotros mismos'?
La palabra dialogar se usa generalmente para hablar de cómo dos personas intercambian ideas y razonan para tratar de llegar a un entendimiento. De la misma manera necesitamos en nuestro caso llegar a un entendimiento porque nos encontramos divididos y fragmentados, como si diferentes partes de nosotros tirasen cada una de un lado. Lo que deseas y lo que necesitas, lo que crees que te pasa y lo que te está pasando realmente, lo que te da miedo y lo que deseas…
¿Qué nos aconsejas para entablar este diálogo?
Para dialogar correctamente debemos entender que lo que ves no es todo lo que hay. Me explico, estar enfadado no es lo mismo que saber que me he enfadado. En el primer caso eres tu enfado, en el segundo eres alguien que te has enfadado. Dar algunos pasos hacia atrás para tomar perspectiva nos permite separarnos del problema para poder tomar otras perspectivas. No creo que se trate de poner énfasis en la positividad o negatividad de los pensamientos, sino en cuál es la función que esos pensamientos tienen en mi vida, y el caso que les estoy haciendo.
La clave radica en tomar distancia, aprender a ser el observador en lugar de ser el actor atrapado en el drama mental. Es como romper la "cuarta pared" del teatro: pasamos de estar dentro de la historia a observarla desde fuera. Este proceso nos permite entender que no somos nuestros pensamientos, sino que los pensamientos son algo que generamos. Cuando somos conscientes de esto, ganamos la capacidad de observar nuestros pensamientos sin que nos arrastren emocionalmente.
A menudo olvidamos que cosas como el consumismo, los fracasos en las dietas o la procrastinación tienen que ver también con la ansiedad. ¿Qué otras conductas o hábitos pueden ser indicadores de algún tipo de ansiedad?
En la cultura de consumo en la que nos encontramos nos hemos terminado convirtiendo en consumidores de la vida. Es decir, la vida la tratamos como un objeto de consumo, y nosotros como clientes exigimos un modelo que satisfaga nuestras expectativas, pero no nos damos cuenta de que a la realidad le trae sin cuidado esas expectativas. La vida no se consume, la vida se vive.
¿Es una síntoma de las sociedad contemporánea?
Bueno, nuestra tendencia al consumismo y a los hábitos repetitivos puede ser vista como una versión moderna de los comportamientos de búsqueda de recompensa que compartimos con otras especies. Así como algunos animales repiten ciertas acciones en busca de seguridad o satisfacción, los humanos recurrimos al consumo para calmar nuestro malestar emocional, a pesar de que estas soluciones a menudo son temporales. Cuando nos tratamos a nosotros o a los demás como objetos, en lugar de sujetos, solemos generar ansiedad, porque estamos hablando más de la expectativa que tenemos que de la realidad que vivimos, y esa distancia que no podemos abarcar la sustituimos con sensaciones de vacío que tenemos que rellenar.
Uno de los muchos datos interesantes recogidos en tu libro es el de un estudio según el cual casi la mitad de nuestras vidas ocurre ‘en otro tiempo’, es decir no en el presente que estamos viviendo, sino en el pasado o en el futuro. ¿Se vive con menos ansiedad en el presente?
En el presente se vive y en el futuro se anticipa. La ansiedad es un arma cargada de futuro si nos fijamos, y su misión es en el fondo la de protegernos, aunque no lo podamos creer. La mente tiene una tendencia natural a divagar, saltando de un pensamiento a otro como un mono inquieto, sin que podamos controlarlo completamente. Esta divagación mental, conocida como "mente de mono", nos lleva a pensar en el pasado o preocuparnos por el futuro, alejándonos del presente.
¿Qué pasa, en cambio, cuando logramos enfocarnos?
Cuando estamos enfocados en el presente, la mente tiene menos espacio para preocuparse por eventos que aún no han ocurrido o que ya han pasado. Esto crea una sensación de calma y bienestar, algo que se fomenta en prácticas como el mindfulness o la atención plena. Sin embargo, nuestra tendencia a anticipar problemas futuros o revisar constantemente eventos pasados nos atrapa en ciclos de ansiedad que, en lugar de resolver nuestros problemas, nos hacen sentir más insatisfechos.
Viajamos en el tiempo más de lo que deberíamos...
Sí, tenemos la capacidad de movernos en una amplia horquilla espacio temporal, algo así como si tuviésemos un DeLorean particular, como el que aparece en la saga de 'Regreso al futuro'. Al igual que el DeLorean necesita un conductor para no perderse en el tiempo, nuestra mente requiere de una 'guía' consciente para no quedar atrapada en estos saltos temporales.
Según tu propia práctica profesional, ¿el FOMO -'Fear of missing out' o miedo a perderse algo- es ahora una de las formas más comunes de ansiedad?
Tener opciones cada vez más ilimitadas no nos hace necesariamente más felices, sino más inseguros, más angustiados. En física cuántica, existe la famosa paradoja del gato de Schrödinger. Imaginemos un gato encerrado en una caja sellada, junto con un dispositivo que tiene un 50% de probabilidad de liberarse y matarlo o de no activarse y mantenerlo con vida. Mientras la caja permanezca cerrada, desde nuestra perspectiva, el gato está simultáneamente vivo y muerto; es decir, se encuentra en una superposición de estados. Cuando no hemos elegido aún, todos los estados son posibles gracias a la magia de nuestra imaginación. ¿Cómo que no existe el multiverso? El multiverso existe mientras no abras la caja. Solo al abrir la caja y verificar, el estado del gato "colapsa" en una realidad definida: o está vivo, o está muerto.
¿Es nuestra mente como esa caja?
Pasa que muchas veces en nuestra vida nos encontramos encerrados en nuestra propia caja de indecisión. Mientras no tomemos una determinación, todas las opciones y sus posibles consecuencias coexisten en nuestra mente: los miedos, las esperanzas, los "qué pasaría si...". Es solo al tomar una decisión, al abrir nuestra caja personal, que concretamos una realidad y dejamos atrás las demás posibilidades. Intentamos vivir en un mundo donde nuestras decisiones no nos cierren puertas, pero al final, al elegir todo… no tenemos nada.
¿Te ha pasado a ti mismo?
Recuerdo tener once años y entrar al videoclub por primera vez, me pareció mágico, porque todo el cine estaba ahí, y yo me lo podía llevar a mi casa. Todos los viernes iba al videoclub y me tocaba escoger película, casi podía deciros cómo sabía la película. Recuerdo que durante el fin de semana tenía luego el sábado por la mañana para volver a verla. Ahora tengo todo el cine en cuatro plataformas y casi paso más tiempo eligiendo qué película ver que viendo alguna, y os tengo que confesar que me saben un poco más insípidas cuando las veo.
Para muchos, la ansiedad es como el ‘oso blanco’ de la anécdota tolstiana que relatas: mientras más nos pidan no pensar en ella, menos podemos evitar hacerlo. ¿Cómo podemos solucionar esa paradoja de tener que pensar en algo en lo que no quisiéramos pensar?
Aceptando que el oso está, pero que hay más paisaje que el oso. Entendiendo que el ruido no se esfuma pero que puedo hacerme entender a pesar de él. Muchas veces estamos esperando a que el oso se vaya o el ruido termine para empezar a vivir, pero como decía un poeta, “durante largos años esperé la vida esa, la de verdad, pero siempre había un obstáculo que sortear, o una deuda que pagar, y un día nos damos cuenta de que todos esos problemas eran mi vida”.