Dice el filósofo Rafael Narbona, autor de 'Maestros de la felicidad', que nada es comparable al asombro de vivir. Lo sabemos, pero nunca reparamos más en ello que cuando un suceso trágico o el diagnóstico de una enfermedad nos frena en seco la vida. Le ha ocurrido a Raphael, obligado a cancelar sus conciertos en América previstos en 2025 a causa de un linfoma cerebral por el que está recibiendo tratamiento.
El artista fue ingresado el 17 de diciembre por la tarde tras sufrir un accidente cerebrovascular mientras grababa un especial de Navidad para TVE. Ya entonces tuvo que suspender los clásicos conciertos navideños en el Wizink Center para despedir el año y con los que pondría el broche a su gira eterna Tour Victoria. Se encontraba, como vemos, en esa flor de la vida que no tiene más edad que las circunstancias o uno mismo se impone.
Hace unos días, su hijo Manuel Martos ofrecía la última hora de su estado de salud: "Está bien, está muy bien de ánimo, es buen paciente". Aunque optimista y prudente, lleva con resignación esta situación que ha dejado en el aire todos sus planes y la incertidumbre de no saber cuándo podrá recuperar el control de su agenda y la vida sobre los escenarios, tal y como ha hecho durante más de 60 años.
Cada año se producen más de 286.000 diagnósticos de nuevos cánceres que obligan a los pacientes a hacer un gran ejercicio de lucidez para emprender un proceso de curación sin dejar de pensar en el privilegio de vivir, amar o respirar. Para conseguirlo, hemos contactado con la psicooncóloga Olga Albaladejo que, antes de indicarnos unas pautas para autogestionar la frustración ante un tratamiento oncológico que le han funcionado con sus pacientes, nos confirma que, efectivamente, cuando el cáncer irrumpe en la vida, lo hace como un terremoto que reconfigura todas las prioridades y proyectos. "Esto puede generar una gran frustración al obligarnos a romper con nuestras agendas y afrontar una incertidumbre que nos descoloca. Sin embargo, hay formas de lidiar con esta situación tan desafiante".
Sentir frustración, tristeza o incluso rabia no es solo natural, sino necesario. Estas emociones son una respuesta al impacto que la enfermedad tiene en nuestra vida. Reconocerlas y permitirnos sentirlas es el primer paso para procesarlas y manejarlas con mayor calma.
Siempre que sea posible, el humor puede convertirse en un aliado extraordinario. Además de liberar tensiones, puede generar un respiro emocional y ayudarnos a ver las cosas desde otra perspectiva. Incluso en los momentos más difíciles, encontrar pequeñas razones para sonreír puede marcar una gran diferencia en el estado de ánimo, además de aliviar el malestar físico y fortalecer el sistema inmune.
Cuando la rutina o los proyectos se ven interrumpidos, replantear lo más importante en este momento puede ayudar a recuperar un sentido de dirección. Esto no significa abandonar los sueños, sino adaptarlos al presente. Por ejemplo, Raphael podría explorar su conexión con la música desde otras facetas, como escribir nuevas canciones, colaborar en proyectos o planificar futuros conciertos.
Es común interpretar el cáncer como una sentencia con un final determinado, lo que genera mayor frustración y angustia. Sin embargo, reinterpretar esta etapa como una pausa o transición puede cambiar radicalmente la perspectiva. No se trata solo de lo que se ha perdido, sino de lo que el presente puede ofrecer: nuevas formas de conectar con las propias pasiones, fortalecer los vínculos con los seres queridos o incluso descubrir aspectos desconocidos de uno mismo.
En medio de la incertidumbre, mantener pequeñas rutinas diarias puede aportar una valiosa sensación de estabilidad. Asegurar un descanso de calidad, cuidar la alimentación, realizar ejercicios suaves o dedicar unos minutos a la meditación son hábitos que refuerzan tanto el bienestar físico como emocional. Lo más importante es que estos apoyos están plenamente en manos de la persona que vive el proceso.
El equilibrio entre compartir momentos con los seres queridos y reservar espacio para la introspección es fundamental. Las conexiones emocionales con los demás pueden ser un refugio, pero también es importante disponer de tiempo para procesar lo que se está viviendo y recargar energías.
Aunque el cáncer cambie muchas cosas, es esencial que la persona mantenga el control sobre sus decisiones. A veces, el entorno, incluidos los profesionales sanitarios, intentan ayudar tomando decisiones por él. Sin embargo, conservar esta autonomía refuerza la autoestima y aporta calma en un momento de tanta incertidumbre.
A veces, la carga emocional puede ser difícil de manejar en soledad. Contar con un psicooncólogo o un profesional especializado puede marcar la diferencia, proporcionando herramientas y apoyo para transitar este proceso con mayor serenidad.