Muchas empresas han fijado septiembre como el mes de vuelta a la presencialidad o a formatos mixtos. Después de un año y medio trabajando desde casa, la forma de retomar esa rutina precovid puede generar un mix de sentimientos interesantes. Miedo, angustia, ansiedad, estrés. Quizá todos a la vez. Pablo trabaja en una consultora y, aunque hasta ahora ha estado acudiendo a reuniones puntuales, todo parece que después de verano será el momento de enfundarse el traje y volver al trajín de llevar a los niños al colegio, aparcar el coche, coger el metro, trabajar con mascarilla… tantos cambios que le está costando gestionarlos.
"Son muchas cosas. Por un lado, me puede el miedo de contagiarme, pese a estar vacunado, y pegárselo a mis hijos que todavía no lo están. Por otro lado, está la falta de tiempo, el ir corriendo a todos sitios y la idea de tener que estar ocho horas sin poder respirar en condiciones. Además, veo que algunos amigos no van a volver a las oficinas de momento y eso me produce un malestar todavía mayor", nos cuenta. Las palabras de Pablo se repiten por cada esquina del país, están en las conversaciones del bar, en las reuniones familiares, en los chats de empresa, en definitiva, en todas partes. Los psicólogos de ifeel nos dan las claves para hacer más amena la vuelta a la antigua (y a veces incómoda) normalidad.
Los primeros y más racionales son los miedos relativos a la salud. En los últimos meses, hemos recibido y seguimos recibiendo un bombardeo continuo de cifras y malas noticias ligadas al virus. En plena quinta ola, con los contagios disparados y casi la mitad de la población a la espera de inmunización, la falta de seguridad está más presente. Aunque las medidas para contener la pandemia de la Covid-19 van mejorando, muchas personas siguen teniendo miedo a enfermar o a contagiar a las personas de su entorno si empiezan a romper sus burbujas de convivencia.
Sin embargo, los más comunes son los relacionados con la vuelta a la conciliación: la pereza por retomar viejas rutinas, la añoranza de la libertad y concentración de estar en casa, la aversión hacia la convivencia con jefe y compañeros el estrés de ir de nuevo con el tiempo justo… "Muchas personas no sentirán un miedo real por su salud ante el hecho de volver a trabajar desde la oficina, sino que su rechazo a hacerlo puede tener más que ver con el desequilibrio que nos genera cambiar de rutinas. Muchas personas han sufrido un extra de estrés por el hecho de teletrabajar, pero otras han disfrutado de mejor flexibilidad horaria, un ambiente de mayor concentración, menor sensación de ser supervisados, mayor autonomía y, en definitiva, mayor comodidad. Abandonar eso ahora, es complicado”.
Mientras que para muchos el hecho de volver a la oficina signifique socializar más allá de la familia y el entorno cercano, tener que trabajar codo con codo con personas que hasta ahora podías responder cuando deseases por medio de mensaje, pero no cara a cara puede ser un motivo de rechazo a la presencialidad. "Además, aunque teletrabajo puede ser aburrido y sobrecargarnos en algunos momentos, también ahorra mucho tiempo al cabo del día. Llevar a los niños al colegio dejó de ser un problema cuando la nueva oficina se encontraba en casa. La presencialidad y los horarios establecidos significa tener que replantearse de nuevo las rutas y hacer encaje de bolillos para llegar a todo", nos cuentan.
Los psicólogos de la plataforma ifeel nos recomiendan utilizar los mecanismos de defensa para estructurar la vuelta a la realidad dejando de lado la parte más emocional y centrándonos en la lógica y sentido de la realidad. "Los mecanismos de defensa son herramientas que nos permiten encontrar un cierto equilibrio psicológico en un momento de crisis o incomodidad, es decir, en un momento en que nuestro bienestar psicológico se tambalea".
Lo primero que debemos hacer es dejar de negar la realidad. Lo normal es que esta vuelta a la rutina nos genere cierta incomodidad y en nuestra mente, al negarlo, creamos un mundo paralelo que puede hacernos más mal que bien. "Recomendamos tomar un poco distancia respecto a los hechos y compáralos con las posibles alternativas tanto mejores como, sobre todo, peores, para lograr sentir más conformidad con lo que nos toca vivir".
Es decir, es importante admitir lo que ocurre, pero restándole importancia, para que no parezca tan grave, ni de cara a nosotros mismos ni de cara a los demás. "Hay que buscar una compensación, un premio, a cambio del malestar que nos provoca regresar a la oficina. Algo del tipo: - ya que voy a pasarlo mal volviendo, me merezco regresar algún día en taxi, negociar algo de flexibilidad en el horario, etc -".
Por último, los psicólogos nos recomiendan intentar transformar el miedo, rabia o incomodidad que sentimos por tener que regresar a la oficina en algo productivo y adoptar pensamientos positivos: "me da miedo regresar, pero esto me va a hacer implicarme más en la empresa, madurar como persona, tendrá un beneficio para la empresa que me dará satisfacción, o será ejemplo para otras personas o empresas".