Son las 11.30 de la mañana, lleva en pie desde el amanecer y se toma su primer café de forma apresurada antes de sentarse en uno de los dos butacones grises en los que vamos a charlar sobre su libro 'Por si las voces vuelven' (Planeta). Ángel Martín (Barcelona, 1977) es una de esas personas que te sacan una carcajada con solo un comentario. Estamos acostumbrados a verle en la televisión, en redes sociales o encima de un escenario… pero pocas veces abierto en canal, hoy es una de ellas. En 2017 sufrió un episodio de locura y ahora decide contárselo al mundo y "lo hago con intención de ayudar. Con que a tan solo una persona le sirva, habrá merecido la pena". Un testimonio que habla de la fragilidad, de volver a empezar, de romperse y volver a recomponerse desde el principio. Sin tapujos y de tú a tú - "lo del usted lo dejamos para mi padre"-, comienza nuestra conversación.
En la era de lo políticamente correcto, ¿por qué en el libro prefieres hablar de loco y no de enfermo mental?
Gracias por esta pregunta (comenta entre risas). Sabía que en algún momento me la iban a hacer, es muy bonito. Primero porque es mi experiencia y yo puedo hablar de mí como quiera. Y eso me tranquiliza mucho. Y segundo, porque estamos en un momento en el que me parece que a veces, y en algunas cosas, nos preocupa más la palabra que la acción en sí. Las palabras no están usadas las palabras con intención de molestar, están usadas con intención de que hablemos claro como hablaríamos en una mesa tomando un café tú y yo si nadie estuviera mirando.
¿Te ha dejado de dar miedo estar loco?
Ahora ya sí. En algún momento, en ese proceso de tratar de recuperarte, tienes pánico a que vuelva a suceder, a volver al hospital. Pero ahora ya puedo decir que no lo hay, ya no hay miedo.
Hay, precisamente, una parte del libro que hablas de que cuando sales del hospital te da miedo hablar. ¿Lo has perdido?
No del todo. No es un miedo a que crean que se me está yendo la cabeza, pero es una especie de respeto. Creo que las palabras tienen un valor muy grande y, como me he dado cuenta de eso hace relativamente poco, todavía voy con cuidado intentando que nada se pueda malinterpretar, porque es muy fácil que alguna frase o algún comentario se coja con un valor que no es el que realmente tú le estás dando cuando la dices. Entonces creo que no es que le tenga miedo a hablar, sino que le tengo un nuevo respeto.
Sobre todo, si eres cómico…
No me ha preocupado nunca el ‘eso no se puede decir’, ‘eso no se debe decir’. Creo que uno de los ejercicios que tiene que hacer un cómico, le guste o no, es ser consciente de si lo que está diciendo es con intención de molestar, de hacer reflexionar o con intención de simplemente hacer una broma, que también puede ser. Pero creo que poco a poco, en los últimos años especialmente, cabe la posibilidad de que se haya puesto de moda el decir cosas simplemente por provocar. Creo que de un tiempo a esta parte mucha gente ha confundido eso y hay preocupación con el lenguaje.
En el libro dices que estar loco es lo mejor que te ha pasado, ¿nos lo puedes explicar?
Es lo mejor que me ha pasado en la vida con diferencia. Y esa es una reflexión y un análisis que puedo hacer ahora. Evidentemente, cuando salí del hospital no salí diciendo “esto es lo mejor que me ha pasado en la vida”, ni de puta broma. Hay ciertas cosas que las puedes analizar después de un tiempo y afortunadamente yo estoy en ese momento en el que, echando la vista atrás, viendo como era antes el tipo de persona que yo era antes y el tipo de persona que estoy construyendo ahora, claramente soy mejor ahora. Si no me hubiese sucedido eso, jamás me hubiese replanteado muchas de las cosas que me replanteo ahora.
Hablando del ingreso… ¿En algún momento de esos 14 días que estuviste ingresado entendiste por qué estabas ahí?
No, no, para nada. Sabía que había pasado algo raro en mi cabeza, pero no entendía cómo había acabado ahí tanto tiempo. Al principio no te enteras muy bien de lo que pasa, eres un zombi moviéndose por un hospital y haciendo lo que te dicen, y luego hay un momento en que eso se convierte en desesperación porque ya estás bien.
¿Salió del hospital un Ángel mejor que el que entró?
Del hospital salió un ángel muchísimo peor. No sé quién salió del hospital. Un trozo de carne que se mueve, del que, afortunadamente, no dependen las funciones básicas para mantenerse vivo. No sé, me ha venido la imagen de una funda de almohada. Eres eso, eres una funda de almohada que se mantiene más o menos en pie durante un rato, pero muy poco.
Hablas en el libro del señor Gris. ¿El señor Gris se ha ido?
El señor Gris viene cada vez menos. Dejémoslo ahí. Ahora mismo el señor Gris es como cuando eres adolescente, tus padres te dejan solo en casa y eres capaz de detectar el sonido de sus pasos en el descansillo del edificio. Entonces ya te pones a trabajar para esconder las cosas que no deberían ver. Está en esa fase, creo.
¿Y las voces?
Las voces vienen cuando yo las llamo.
¿Estarías preparado para que volviesen a venir como llegaron en 2017?
Que prueben (bromea). Quiero pensar que sí quiero. Quiero pensar que sí llegaran en ese volumen y con esas ganas de fiesta estaría preparado.
Dices que la mezcla de alcohol y drogas puede que fuese uno de los desencadenantes de lo que te pasó. ¿Qué relación tienes ahora con ellos?
No he vuelto a tomar drogas, maldita sea (responde entre risas). Y alcohol, consumo muchísimo menos. Creo que la última cerveza que me tomé fue en verano en una terraza con un amigo.
En el momento en que sales del hospital, ¿cómo eres capaz de decir venga, que no voy a tomarme ni una sustancia más?
Porque no tienes básicamente. Tu chica se ha encargado de que no quede nada en casa y no puedas acceder a ninguna. Ya está. No tiene más. Por eso puedes.
¿Cuál ha sido el papel de Eva en todo esto?
Salvarme la vida.
Además de tu chica, tu entorno ¿cómo se toma la noticia de tu ingreso?
No he hablado con ellos en profundidad del tema porque durante estos años me he centrado en tratar de hacer única y exclusivamente lo que yo sospechaba que necesitaba. Ese momento no ha llegado.
¿Estás agradecido a la gente que se ha quedado a tu lado?
Infinito. Mi círculo cuando me ocurre es limitado y los que se quedaron solo puedo darles las gracias.
Esto te pasa a los 40, ¿crees que tu reacción, tu forma de entenderlo, hubiese sido la misma si te hubiese pasado a los 20?
Hostia, buena pregunta. No lo sé. Imagino que con los 40 tienes herramientas que con los 20 no, pero no tengo ni idea. Es muy difícil saberlo. Imagino que hubiese sido más complicado, algunas vergüenzas hubiesen estado mucho más acentuadas y mi cabeza estaría menos formada que a los 40.
Y si miramos al futuro, ¿cómo ves al Ángel de los 60?
Está tranquilo. Hablo con él de vez en cuando. Me dice que todo está bajo control desde una mecedora, mientras mira a los perros correr por un terreno que tenemos junto a un río. Tiene un rifle al lado, también te digo, por si acaso.
¿Vas a seguir escribiendo?
Sí, sí, sí, sí, no sé si libros, pero yo necesito escribir.
¿Cómo recuerdas tu paso por la tele?
Si te soy sincero, no lo recuerdo. En mi caso yo es que era un tío que llegaba a las 6,30 de la mañana a escribir su parte de guion. Trabajaba como un animal hasta las 6 de la tarde -porque cuando terminaba el programa se quedaba escribiendo un rato-, llegaba a su casa, dormía un rato y vuelta a empezar. Estaba en una rueda de trabajar, trabajar y trabajar.
Recuerdo que me divertí mucho en algunos momentos, pero si eres como yo, es muy estresante y asfixiante. Y absorbente, mucho.
¿Te gusta más tu vida de ahora?
Infinitamente más. Me da hasta la risa floja cuando lo pienso.
¿Cuál ha sido el papel de Twitter en estos años?
Ha sido fundamental. Sobre todo, desde que me quité los prejuicios de pensar que las redes sociales solo servían para perder el tiempo. Bajé los diferenciales y entendí que estaba equivocado. Me di cuenta de que eran una herramienta muy potente y empecé a crear mi mundo y mi proyecto en ellas.
Siendo un personaje público, ¿te ha dado miedo en algún momento publicar este libro?
No, no, cero. Soy un descerebrado, lo he sido toda mi vida. Cuando algo se me mete entre ceja y ceja y tengo claro que puede servir de algo, ya no me frenas. Muchas veces me equivoco. Muchísimas. Pero si tengo la sospecha de que eso que está pasando por mi cabeza puede servir de algo y puede funcionar, me tiro de cabeza como un loco.
Hablas de que la cabeza un día te hizo un crac. ¿Te volvió a hacer un crac el día que decidiste empezar a escribir esto?
Sí, no tan salvaje como ese, pero por supuesto. Probablemente casi todos tenemos o hemos tenido un trastero en el que vamos echando toda la mierda y un día nos vamos a tener que enfrentar a todo eso. Esto ha sido igual. Volver a revivir lo que pasé y me di cuenta de que iba a ser duro, he tenido bajones. Pero han merecido la pena.
¿Estás orgulloso del libro que has escrito?
Muchísimo. Mira que los que me conocen saben que es muy raro que yo diga algo así. Y por primera vez en mi vida tengo la sensación de decir “venga, va, te respeto”.
¿Estás orgulloso de la persona en la que te has convertido?
Está feo que lo diga, pero sí, estoy trabajando mucho en mí mismo. Meto la pata a veces, muchísimo, tengo cosas que pulir, que arreglar, pero mucho menos de lo que hubiese dicho años atrás. Es un gran avance.