Una parte del mundo anduvo perpleja los primeros días de noviembre ante un momento inédito en la historia de Estados Unidos: Donald Trump, candidato a renovar el mandato por el partido republicano, no aceptaba el resultado que arrojaban los votos y que daba la victoria al demócrata Joe Biden.
Para numerosos expertos en salud mental, el comportamiento de Trump presentaba rasgos característicos de una personalidad narcisista; entre ellos, un sentimiento de superioridad o grandiosidad ante los demás, la necesidad de admiración, y también la imposibilidad de admitir sus fallos y vulnerabilidades, o aceptar críticas. Este tipo de personalidad está presente en muchos otros individuos. ¿Podemos detectarlos? Hay maneras de hacerlo, pero lo fundamental es conocer qué implica tener una personalidad narcisista predominante.
"El narcisista es un tipo de personalidad que intenta suministrarse sensaciones de valía para no defraudar expectativas. Le dan mucha importancia a la valoración social. Los narcisistas se ven siempre como los mejores, los más inteligentes, y los más bellos", explica Miguel Ángel Garabal, psicólogo y miembro de Doctoralia. Freud fue el primero en acuñar el término aludiendo al mito de Narciso, que murió ahogado por intentar abrazar su propia imagen.
Sin embargo, personalidades narcisistas existen desde que el mundo es mundo. Julio César, Napoleón y Hitler son narcisistas de manual. Y algún experto sugiere que un liderazgo fuerte, útil para la sociedad en muchos casos, reposa sobre una personalidad narcisista. "El narcisista tiene un sistema de creencias en el que importa mucho la valoración social", señala Garabal. Este narcisismo puede dar un paso más hacia la megalomanía. "Los megalómanos tienen fantasías de poder, de omnipotencia. Un megalómano es un narcisista con ansia de poder. Hay diferencias entre ellos: un megalómano prefiere ser poderoso, antes que encantador. El narcisista prefiere ser encantador antes que poderoso", afirma este experto.
Si bien la genética puede influir, hay factores ambientales que inciden de manera mucho más directa. Según Miguel Ángel Garabal, "existe una predisposición hereditaria, pero la parte genética no basta. El sistema de creencias que formamos en la infancia es más importante, sobre todo el vínculo con la figura de apego. Ese vínculo puede ser más positivo o más negativo. Por ejemplo, si te maltratan o eres testigo de maltrato, aprendes a creer que la violencia es una norma". Es decir, según este experto, ejercer el poder de manera desproporcionada o violenta puede integrarse de manera natural en nuestro sistema de creencias.
¿Hay alguna causa que explique este tipo de personalidad? Según indican los expertos, hay dos razones fundamentales. "En primer lugar, el narcisista busca el amor que no tuvo de sus padres o de las personas que le cuidaran. Por esta razón buscan la aprobación externa. Sienten que no han sido valiosos en la infancia y organizan su auto-suministro de aprobación. Pueden llegar a hacer trampas para conseguir algo porque lo que necesitan es la valoración a toda costa", afirma Garabal.
Si solventar una carencia afectiva es la primera razón, la segunda tiene que ver con la imitación. "Copiar un comportamiento narcisista previo es otra de las causas. Si hubo una figura de apego que tuviera esta conducta de ansia de poder, el narcisista ha imitado la conducta", advierte el psicólogo.
En algunos ambientes, los comportamientos narcisistas pueden hacer mucho daño. Es el caso de la educación. "La necesidad de hacerse valer de manera exagerada hace que en entornos como los colegios algunos comportamientos se reafirmen. Por ejemplo, los que sufren bullying o son espectadores consolidan la creencia de que hay que tener poder y ejercerlo de manera agresiva es una manera de ver el mundo”.
El campo laboral y el político son otras de las áreas donde el narcisismo o la megalomanía puede producir sus peores efectos, llegando a anular nuestro sentido crítico. "El ser humano siempre busca seguridad. Los narcisistas, y sobre todo los megalómanos, son percibidos como líderes y hay personas que necesitan ver esa seguridad para sentirse más estables y seguras. Algunas personas acaban cediendo ante los narcisistas y se ciegan por esa parte de seguridad que el narcisista les aporta", señala Miguel Ángel Garabal.
"Cada uno debemos vigilar nuestro entorno y cuidarnos a nosotros mismos. Por eso tenemos que tener cuidado con el tiempo y atención que dedicamos a personas que pueden ser tóxicas. Si es posible, tenemos que limitar ese tiempo y atención a lo mínimo. Pero no siempre es posible. Si tenemos que pasar mucho tiempo con una de estas personas, tenemos que medir la atención que prestamos”.
En la gestión de la atención y el tiempo está la clave, sobre todo cuando hay un conflicto. "En ese caso es fundamental reducir la atención y la reacción que tengamos. En el caso del maltrato, por ejemplo, debemos contrarrestar la acción del narcisista mostrando entereza y calma. De esta manera, vamos extinguiendo su respuesta y sus llamadas de atención. Lo que tenemos que indicar es que no estamos disponibles para ellos”.
Para quien sufre a un narcisista, no se trata de una estrategia fácil. "En ese momento, el narcisista realiza un 'bombardeo' de aprecio para volver a ser el centro de atención. Esto ocurre mucho en casos de maltrato: el maltratador comienza a portarse bien con su víctima, y cuando se ha restablecido la relación, comienza de nuevo a maltratar".
Este profesional confirma que hay perfiles de personalidad más propicios a caer en las manos de un narcisista. "Hay personas que tienen problemas de dependencia emocional y necesitan estar con quienes creen que cubren sus carencias. Les dan mucho poder y, de hecho, endiosan al narcisista. El dependiente emocional no se separa de este tipo de personas".
Para este psicólogo, "los narcisistas se sienten privilegiados y quieren que se les reconozca todo lo que hacen, aunque realmente no hayan logrado nada importante. Su autoestima es altísima". ¿Cómo se traduce esta personalidad en el día a día?
Detectar a un narcisista con ansias de poder en nuestra vida no es tarea fácil porque exige conocernos a nosotros mismos y saber filtrar el de los demás. Estas son las pautas más útiles, según Miguel Ángel Garabal.