La reducción de la jornada laboral en España no tiene vuelta atrás. El Gobierno presenta este lunes una propuesta para rebajarla de las 40 horas semanales actuales a 38,5 este mismo año, y a 37,5 en 2025. Como cada semana en 'MoneyTalks', Javier Ruiz aborda ventajas y desventajas de la medida, incidiendo en sus efectos sobre los salarios y el empleo, explicando las posiciones contrapuestas y mirando a lo que están haciendo otros países de la UE, donde destaca el caso de Grecia, que acaba de ampliar la jornada a seis días por semana.
La medida, por supuesto, ha dividido a empresarios y trabajadores. Para los primeros se trata de una subida de costes del 6% que aseguran que no pueden asumir, pero los sindicatos argumentan que si los empleados trabajan menos horas pero con objetivos marcados serán más productivos, lo que redundará en beneficio para la empresa.
Se trata de una debate en el que no se puede generalizar y que contiene mucha letra pequeña, porque en España ya no se trabajan 40 horas a la semana de media. Hay sectores muy productivos, por ejemplo en contabilidad o sectores tecnológicos, donde el trabajo se saca en menos tiempo. Y hay otros campos, como la hostelería o la restauración, que exigen las 40 horas o más. Así que el problema es que esta media es asimétrica, no vale para todas las industrias. Y por tanto, no hay una solución para todos los sectores económicos: la reducción de jornada es muy distinta en una oficina que en una sala de restauración en Vallecas.
Por otra parte, están las horas extra, una de las grandes trampas de la economía española. En nuestro país se hacen muchas y no se pagan. Y hay un tope legal de horas extra que se pueden hacer. Lo que pide la CEOE es que se destopen, es decir, que puedan disponer de sus trabajadores cuando se produzcan picos de demanda. Lo que argumentan Gobierno y sindicatos es que este 'acordeón' supone flexibilizar la mano de obra de más.
El debate, de cara a la oferta que se ponga sobre la mesa el lunes, es endiablado. La CEOE se ha negado insistentemente a negociar, creando incluso cierta contestación interna. Esta actitud crea un problema de falta de interlocución en una conversación que no tiene una sola talla y que enfrenta visiones distintas sobre la productividad.
El debate aquí es si la productividad aumenta con más mano de obra o con más inversión. Y es un debate crucial, porque ahora mismo estamos produciendo más porque se ha despedido a gente, y los que se han quedado en las empresas están trabajando más de lo que lo hacían antes. Es imprescindible invertir en tecnología y desarrollo para que la productividad aumente por ser más eficientes, no por estar más horas sentados en la silla.
Es la pregunta del millón, y no hay una respuesta. Las campañas del apocalipsis suenan cada vez que viene un cambio, pero las pocas evidencias económicas que tenemos dicen que quienes han ido a la semana laboral de cuatro días no han vuelto atrás. Su productividad ha aumentado y su retorno también. Además, permite a la gente salir y consumir más, multiplicar el ocio y ganar en salud. En la práctica las 38,5 horas que entrarían en vigor este año también suponen una subida del salario del 6%. Si trabajas menos horas pero mantienes tu salario, cada hora vale más.
Si miramos a Europa, hay países como Polonia, Rumanía o Turquía que apuestan por echar horas, hasta 44 a la semana. En el lado opuesto está el modelo nórdico de 33-34 horas semanales que practican Alemania o Finlandia. Y entre medias están países muy turísticos, como España, Francia o Italia, que apuntan a las 36 horas. La tendencia, en cualquier caso, es a trabajar menos horas y no más. A aumentar la inversión tecnológica para potenciar la productividad. Quienes no están haciendo esto se están suicidando económicamente.
Y luego está el caso de Grecia, que acaba de aprobar la semana de seis días laborables, de lunes a sábado, para aquellas industrias que operan 24 horas, a excepción de hostelería y turismo. O en su defecto, las jornadas de 10 horas diarias. Lo presentan como una medida progresista cuando en realidad es un retroceso de derechos conquistados de décadas, si no siglos.
Para empezar supone una devaluación salarial en toda regla. Si te aumentan la jornada y te pagan lo mismo, estás ganando menos. Se justifican en que como en el país se hacen muchas horas extra y no se pagan, al alargar la jornada esas horas sí estarán incluidas. Es la mayor pereza oficial que jamás se haya visto. En lugar de inspeccionar las condiciones laborales, se legaliza la explotación laboral. Para saber más sobre la productividad en España y sobre cómo puede influir la reducción de la jornada laboral sobre ella, puedes ver la charla completa en el vídeo.